La nueva economía debería ser circular y colaborativa

La economía circular se basa en tres principios, todos impulsados por el diseño y la innovación desde el origen: eliminar los residuos y la contaminación, mantener los productos y materiales en uso y regenerar los sistemas naturales.




En buena hora la economía circular se ha puesto de moda. Afortunadamente, el término es cada vez de uso más frecuente y general. Se pretende con este nuevo modelo superar la economía lineal, que entiende los procesos productivos como una secuencia a partir de la extracción de recursos destinados a la fabricación de productos que serán utilizados y, luego de su vida útil, finalmente desechados. Por contra, la economía circular busca que los productos sean diseñados y fabricados de tal manera que puedan ser reusados, remanufacturados o reciclados para evitar el uso de los recursos finitos.

La economía circular se basa en tres principios, todos impulsados por el diseño y la innovación desde el origen: eliminar los residuos y la contaminación, mantener los productos y materiales en uso y regenerar los sistemas naturales. Para evaluar el impacto que estas prácticas podrían tener, basta citar a la Fundación Ellen MacArthur: “la economía circular es una agenda para un cambio de sistema que presenta oportunidades para generar un crecimiento mejor. Más allá de abordar los síntomas de la economía derrochadora y contaminante de nuestra actualidad, la economía circular representa una oportunidad para crear valor de forma que se beneficie a la sociedad, a las empresas y al medio ambiente. Estas soluciones, que pueden ampliarse rápidamente y son aplicables en cualquier parte del mundo, pueden reducir la probabilidad de futuras crisis y crear una mayor resiliencia”.

Los números que publica la Fundación Ellen MacArthur son elocuentes. Estiman que la economía circular tiene el potencial para reducir en un 80% el volumen anual de plásticos que llegan a los océanos para el 2040. Otro dato resulta igualmente impactante: la economía circular puede contribuir a abordar el 45 % restante de las emisiones de gases de efecto invernadero que no pueden resolverse simplemente con la transición hacia las energías renovables.

No es esta poca ambición, sin embargo mucho hay que hacer para alcanzar ese potencial que se atribuye a la economía circular, a su vez necesario para evitar el desastre ambiental y social que se nos viene encima. En primer lugar, hay que trabajar más intensamente promoviendo la circularidad. Estamos muy lejos de donde deberíamos estar. Basta decir que, según el Circularity Gap Report 2022, apenas el 8.6% de la economía funciona bajo los principios de la circularidad y, por contra, 91.4% de la actividad económica sigue operando linealmente.

Por otra parte, el modelo productivo circular debe ser complementado desde la economía colaborativa. Pensemos, por ejemplo, en la industria del automóvil, claramente una importante fuente de generación de carbono y desechos. Sin duda es importante que los autos se diseñen y produzcan, en lo posible, con materiales que puedan ser reusados y reciclados. Por supuesto, también es fundamental que el combustible que utilicen provenga de fuentes renovables que minimicen la emisión de carbono a la atmosfera. Ahora bien, estas son condiciones necesarias pero no suficientes. De hecho, es necesario ir más allá.

Circular Flanders, un hub que promueve la economía circular entre empresas e instituciones públicas en Bélgica, nos brinda algunos datos que deberían hacernos reflexionar: en promedio un propietario de un vehículo le da uso apenas una hora al día, por tanto las 23 horas restantes el auto está parado. Es decir el 96% del tiempo no cumple ninguna función útil. Más aun, en el poco tiempo que los autos sí están cumpliendo su función, en promedio son usados por 1.3 personas. Algo no está bien en esa ecuación.

Para superar esta trampa debemos potenciar actitudes colaborativas en la economía, que podrían pasar por la existencia de autos y otros medios de transporte disponibles para ser alquilados en función del uso efectivo, por incentivar las plataformas tecnológicas que permitan viajes compartidos y, sobre todo, la existencia de servicios de transporte público eficientes.

Ahora bien, para ambas cosas, el impulso del modelo circular y la promoción de la economía colaborativa, se requieren políticas públicas que generen los incentivos correctos y, al mismo tiempo, que la iniciativa y el talento de las empresas se oriente en esa dirección. Esa es la tarea pendiente.

José Ramón Padilla

Director del IESA Panamá y coordinador del Centro de Desarrollo Sostenible
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