La inflación oficial y la que perciben los ciudadanos, ¿quién tiene la razón?

La inflación oficial y la que perciben los ciudadanos, ¿quién tiene la razón?




En los últimos años la inflación y el costo de la vida han venido ocupando un lugar cada vez más importante en las conversaciones de los panameños. Es habitual escuchar que los precios crecen más rápidamente de lo que muestran las estadísticas, existiendo una discrepancia notable entre la inflación que publica el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) y la que perciben los ciudadanos en su vida diaria.

En julio del año pasado, una encuesta realizada por Dichter & Neira indicaba que hasta el 20% de la población identificaba el costo de la vida como el problema principal del país, cuando la inflación anual de ese mes era de apenas el 0.1% y en promedio del año el 0.8%. ¿Significa esto que existe un problema en la calidad de la medición de la inflación por parte del INEC? No. ¿Quiere decir entonces que los ciudadanos están equivocados? Tampoco. De hecho, ambos tienen razón.

Hay tres razones principales que ayudan a entender esta aparente paradoja. Las tres son complementarias y han estado o están presentes en Panamá. La primera de ellas tiene que ver con que un alto costo de la vida es compatible con una inflación actual baja.

La inflación oficial y la que perciben los ciudadanos, ¿quién tiene la razón?

La inflación oficial y la que perciben los ciudadanos, ¿quién tiene la razón?

El costo de la vida es consecuencia no solo de la inflación de hoy, sino principalmente de la acumulación de inflaciones pasadas y, aunque la inflación promedio de los tres últimos años ha sido de apenas el 0.6%, entre 2007 y 2014 fue casi ocho veces superior. Hace unos meses, UBS publicó el costo de la vida de múltiples ciudades alrededor del mundo, y Ciudad de Panamá resultó ser la más cara de Latinoamérica, por encima de otras como Viena, Roma, Berlín, Madrid o Dubái.

La segunda razón para entender la discrepancia entre las cifras oficiales de inflación y la percepción que de ella tienen los ciudadanos es que los seres humanos tenemos sesgos.

En el caso de la inflación, nuestra percepción está mucho más influenciada por los productos que compramos asiduamente que por los que adquirimos muy de vez en cuando. De los primeros recordamos bien sus precios anteriores y podemos comparar; de los segundos tenemos un recuerdo más borroso y nos influyen menos.

En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hemos estimado la tasa de inflación de los productos que se consumen con mayor frecuencia (alimentos, artículos de cuidado personal y combustible, entre otros) y resulta ser 0.3 puntos superior a la global (la publicada por el INEC) cada año en los últimos 15 años, con 0.7 puntos de diferencia promedio hasta 2013. Es decir, efectivamente, los precios de estos productos que compramos con más frecuencia han aumentado por encima de la tasa general de inflación, lo que sesga al alza nuestra percepción.

La tercera de las razones para entender la aparente paradoja de la que hablamos es que la tasa oficial de inflación recoge la evolución de los precios de la canasta de consumo promedio de los panameños.

Dado que esta canasta promedio representa en mayor medida a los ciudadanos de ingresos más altos que a los de ingresos más bajos, ya que su gasto es superior, la tasa global de inflación refleja también en mayor medida la que corresponde a dichos ciudadanos.

Para analizar la relevancia de este hecho, en el BID hemos estimado la tasa de inflación particular de cada grupo de hogares según su nivel de ingresos, desde el 10% más pobre hasta el 10% más rico de la población del país.

De acuerdo con nuestras estimaciones, en los últimos 10 años la tasa de inflación de los primeros fue 2.3 puntos superior a la de los segundos y 1.9 puntos superior a la global.

En realidad, existe una diferencia muy clara entre dos subperíodos. Entre 2008 y 2013 la tasa de inflación claramente disminuía a medida que aumentaba el nivel de ingreso de los hogares, de tal manera que la tasa global de inflación apenas representaba al 30% de los panameños; los de mayor ingreso.

Para el 70% restante, la inflación era efectivamente superior; su percepción era correcta.

A partir de 2014, la situación cambió completamente y la inflación afectó más a los hogares de mayor poder adquisitivo.

Algo separa ambos periodos: la política de Control de Precios aplicada por el Gobierno de Panamá, por la que se establecieron precios máximos de venta al por menor a 22 productos de la canasta básica familiar de alimentos. Antes de su implementación, el diferencial promedio entre el más pobre y el más rico era de 0.9 puntos porcentuales por año. Posteriormente pasó a ser -0.6.

En suma, no es que el INEC mida incorrectamente la inflación, ni que la percepción que de ella tienen los panameños sea equivocada. Existen razones importantes que nos ayudan a entender por qué en este punto todos tienen razón.