Habilidades del siglo XXI para reducir la desigualdad

Habilidades del siglo XXI para reducir la desigualdad




Vivimos en un mundo en acelerada transformación en el que los cambios se suceden a nivel tecnológico, migratorio, demográfico y climático. A pesar de la incertidumbre y los desafíos que traen consigo estos cambios, muchos de ellos son positivos: como una mayor esperanza de vida o la aparición de nuevas oportunidades profesionales para personas que hoy están fuera de la economía formal, en ámbitos como la economía gig o la economía colaborativa.

Sin embargo, Panamá y toda América Latina y el Caribe se enfrentan a un escenario que puede impedir que la región aproveche las oportunidades de la Cuarta Revolución Industrial. Un escenario en el que se combinan altos estándares de desigualdad, con baja e ineficiente inversión en educación y formación, así como una baja productividad laboral.

¿Están los ciudadanos panameños preparados para el siglo XXI?

El reto al que nos enfrentamos es que América Latina y el Caribe tiene una de las brechas de habilidades más grande del mundo, y los sistemas de formación de talento de la región, incluyendo la escuela, manejan currículos desadaptados a la nueva realidad.

Además, el desempeño de los estudiantes es pobre comparado con otras regiones. Y la deserción escolar sigue siendo un gran desafío: en Panamá, el 35,6% de los estudiantes abandona el sistema antes de concluir la educación secundaria.

Lo cierto es que nuestros países deben seguir invirtiendo en conocimientos y habilidades específicas y técnicas, pero necesitan hacerlo mucho mejor y, sobre todo, no de forma exclusiva: mantener un modelo de instrucción basado solo en contenidos ya no preparará a nuestros jóvenes para enfrentarse con éxito a los retos del mañana.

Mientras los contenidos y la memorización son cada vez menos importantes porque tenemos acceso ilimitado y al instante a millones de datos con un simple clic, la mentalidad o mindset de los estudiantes es cada vez más relevante.

Un estudio de la consultora McKinsey sobre cómo mejorar los resultados escolares de los estudiantes a partir de datos de PISA 2015 muestra que el mindset de estos puede llegar a ser dos veces más importante que su origen socioeconómico para predecir el desempeño académico de los jóvenes. Es decir que, al contrario de las creencias generalizadas, el origen familiar no tiene por qué definir por sí solo el futuro de los chicos, siempre que la escuela logre trabajar y fortalecer ese mindset.

De hecho, los chicos de cuartiles de ingreso más bajo que participaron en el estudio y que tenían una mentalidad bien calibrada, obtuvieron un mejor desempeño académico promedio que los chicos del cuartil de ingreso más alto con una mentalidad mal calibrada.

La pregunta es: ¿Cómo podemos expandir estos resultados para llegar a una población más amplia? Como se muestra en una publicación reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, existen programas de desarrollo de habilidades que pueden preparar a los niños y jóvenes de Panamá para desarrollar todo su potencial, y en algunos casos pueden ponerse en marcha incluso con recursos humanos y financieros limitados.

Los países de la región deberían invertir en programas de alfabetización digital, de ciudadanía global y valores, en programas musicales, deportivos y de formación para el emprendimiento, porque a través de estos programas, niños, jóvenes y adultos logran desarrollar el conjunto de habilidades que necesitan para la vida.

En todos ellos pueden incorporarse, además, estrategias de intervención que permitan derribar las barreras psicológicas que les impiden a los individuos desarrollar sus habilidades y alcanzar sus objetivos a través de cambios en sus hábitos, actitudes y conductas. Es el momento de que nuestra región transforme sus sistemas educativos para generar una masa crítica de jóvenes líderes, de agentes de cambio e individuos activos a cualquier edad, con independencia de su origen socioeconómico.

Tenemos ante nosotros una oportunidad única: la de lograr en un corto periodo que mucha gente — gente “normal” para los estándares del siglo pasado— tenga la oportunidad de convertirse en extraordinaria.

Ciudadanos que puedan desarrollar todo su potencial y contribuir a crear un mundo más próspero para las generaciones futuras. En medio de esta transición en la que nos encontramos — la de un mundo conocido de títulos y diplomas hacia un nuevo mundo centrado en habilidades y en el aprendizaje a lo largo de la vida—, la clave está en que en vez de enfrentarla con miedo o suspicacia, lo veamos como una verdadera oportunidad.

La oportunidad de que Panamá y toda la región de América Latina y el Caribe logre, por fin, comenzar a cerrar la brecha de oportunidades entre niños, jóvenes y adultos de altos y bajos ingresos para crear un nuevo espacio en el que por fin podamos combatir uno de los peores males de nuestra región: la desigualdad.