El Metaverso no es tan nuevo, ¿o sí?

La realidad virtual es usada por plataformas de metaverso.




La proclamación del Metaverso ha despertado reacciones, actitudes y sentimientos diversos. A algunos les suscita curiosidad, ganas de querer estar ahí, de probar, de estrenarlo. A otros, en cambio, les genera rechazo y auguran su fracaso. También hay quienes temen el impacto que pueda tener en la forma en que nos relacionamos, hacemos negocios, aprendemos o incluso amamos.

Curiosamente, llevamos tiempo generando nuestros propios avatares sin saber que nos estábamos preparando para esta nueva tendencia. Algunas plataformas de videojuegos, como Roblox o Fortnite, ofrecen a los usuarios la posibilidad de crear sus mundos virtuales. Y solo mencionamos dos ejemplos porque hay muchísimos más. Podemos incluso remontarnos décadas atrás hasta Second Life, Habbo o The Sims. Confiesen: ¿quién no ha fantaseado con crear un perfil totalmente distinto a su personalidad? Gracias a estas plataformas y avatares, muchos hemos creado la casa de nuestros sueños, diseñado nuestro propio mundo virtual y establecido amistades con intereses compartidos. Entonces, ¿qué diferencia aporta este nuevo Metaverso que está por llegar y del que tanto se habla?

Las plataformas mencionadas son protoversos. Por decirlo de forma simplificada, son mundos virtuales conectados que promueven la socialización entre personas —no olvidemos que es un concepto genérico aunque la empresa Meta lo haya capitalizado—. Sin embargo, el tan ansiado nuevo Metaverso se distingue por conectar todos esos mundos virtuales en un único universo: ‘el nuevo Internet’. Para que algún día exista de verdad, este espacio también tendrá que alcanzar una completa inmersividad —la sensación de sentir que estamos realmente presentes— y la interoperabilidad —pasar de un mundo a otro manteniendo la identidad, personalidad o propiedades y objetos personales—. Una réplica de la vida real.

El blockchain y los NFT van a ser fundamentales para garantizar la seguridad y la propiedad única de objetos, productos y servicios, en distintos mundos virtuales. Sistemas que registran y garantizan de forma universal, auditable y segura las transacciones de bienes o servicios virtuales, así como su certificación de propiedad. Puede ser la llave a otra dimensión: una nueva realidad económica en construcción.

Nos enfrentamos a un papel en blanco. Una promesa que aún no es realidad pero que ya mueve miles de millones de dólares en todo el mundo. No sabemos si se superarán las barreras tecnológicas o si conseguirá democratizarse. Solo sabemos que promete un futuro nuevo de conexiones. Mientras llega, sigámoslo de cerca.

Teresa Rey,Alexandra Chevalier

Directora de influencia digital en LLYC
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Teresa Rey,Alexandra Chevalier

Gerente de influencia digital en LLYC
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