Cuestionarlo todo

No tenemos que ser simples observadores de lo que ocurre: también somos actores, con capacidad de opinar, generar alianzas, cambiar el status quo. Imagen de Pete Linforth en Pixabay




Es tiempo de cuestionar lo que debe ser cambiado, modificado o mejorado. Sin duda cambiar constituciones se ha convertido en una labor compleja, pero puede hacerse.

Hace poco, conversando con un grupo de emprendedoras, nos preguntábamos si algunas personas llegan al poder con buenas intenciones para después corromperse, o si ya existe un ambiente que propicia esa conducta. En principio, los distintos modelos de gobierno fueron creados para mejorar la vida de todos y todas, y eliminar la corrupción de los gobiernos anteriores.

Siendo así, ¿cuál puede ser un buen modelo para gobernar? Un viaje al pasado puede refrescarnos la memoria sobre algunos diferentes tipos de gobierno que se han desarrollado.

La monarquía, llena de poder, demostró que el pueblo era su última prioridad. Depender de la suerte y de que el nuevo monarca fuera bueno y amara al pueblo era completamente absurdo.

Muchas dictaduras suelen gobernar bajo la forma de un país comunista o socialista. Por esta razón, es común que exista algo de confusión entre estos términos. Por un lado, una dictadura es el régimen en que el poder está en manos de una sola persona.

En un gobierno dictatorial no existe una división de poderes, lo que suele prestarse para cometer arbitrariedades y así beneficiar a minorías. Entre algunas dictaduras que podemos mencionar están el porfiriato en México, el gobierno del dictador italiano Benito Mussolini, el de Francisco Franco en España, el de Augusto Pinochet en Chile.

El comunismo es una teoría o sistema de organización social basado en la tenencia de casi toda la propiedad común, con título a nombre de los trabajadores, como se vio en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sin embargo, su sistema económico hoy se clasifica bajo una forma de socialismo centralizado. Esta forma de gobierno se encuentra en países como Cuba, Corea del Norte, China, Laos y Vietnam.

Y está nuestra conocida democracia, una forma de gobierno del Estado donde el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos de participación de la ciudadanía como el sufragio universal, libre y secreto, a través del cual se elige a los dirigentes o representantes para un período determinado. Las elecciones se llevan a cabo por los sistemas de mayoría, representación proporcional o la combinación de ambos.

Nuestra constitución establece que el gobierno es unitario, republicano, democrático y representativo. El Poder Público sólo emana del pueblo panameño, y lo ejerce el Estado por medio de los Órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los cuales actúan limitada y separadamente, pero en armónica colaboración.

Aun así, existen influencias de poder externas como las partidistas, económicas, capitalistas, patriarcales, religiosas…, que buscan lo propio y van calando en el sistema desde el mismo momento en el que los candidatos a cualquier posición manifiestan sus intenciones de ocupar un espacio para representar al pueblo. Al mismo tiempo, se generan leyes que a menudo blindan a los actores políticos y les otorgan privilegios como si formaran parte de cierta posición especial, en lugar de ser un servidor de todos.

¿Cómo se puede cambiar esto? Es tiempo de cuestionar lo que debe ser cambiado, modificado o mejorado. Sin duda cambiar constituciones se ha convertido en una labor compleja, pero puede hacerse. No tenemos que ser simples observadores de lo que ocurre: también somos actores, con capacidad de opinar, generar alianzas, cambiar el status quo.

No se pueden ocupar posiciones en el gobierno por amiguismo o parentesco. Los salarios deben ser replanteados. Es necesario crear estructuras que protejan tanto al sistema como al funcionario y a los fondos de la nación.

Todos los panameños y panameñas tenemos derecho a opinar y decidir sobre la adjudicación de fondos para proyectos y contrataciones. Es más: deberíamos tener un voto adicional ciudadano online para elegir las mejores opciones, que deben ser presentadas bajo total transparencia.

Las posiciones de poder no pueden ser la oportunidad para generar riquezas individuales a costa de la pobreza de todo un país. De nada nos sirve pensar así, para después ser señalados como delincuentes, que aun si escapan de la ley serán siempre delincuentes, tanto ellos como sus aliados.

La situación de las elecciones de nuestro hermano país Perú constituye un ejemplo de lo que debemos evitar. ¿Por qué solo se pueden seleccionar candidatos que vengan de partidos políticos? ¿Por qué razón los partidos políticos requieren fondos de campaña millonarios, que redundan en obligaciones del nuevo gobierno para con sus donantes, cuando lo que se requiere son propuestas y planes de acción elaborados de la mano de panameños y panameñas que verdaderamente quieran un cambio para mejorar el país y no sus propios bolsillos?

¿Qué Panamá le queremos dejar a nuestros hijos e hijas? ¿Un país lleno de pésimos ejemplos y malas decisiones, donde robar y mentir es permitido y no castigado o un país donde valoremos y cuidemos de nuestra gente, potenciemos la educación y el crecimiento intelectual, promovamos la creación de empresas que generen riqueza honesta e innovadora, salud para todos y todas y el derecho a los servicios básicos que hoy en día miles de personas no tienen?

Vamos a debatirlo. Reunámonos a planear qué podemos proponer y cambiemos esto. Escuchemos a nuestros jóvenes, invitemos a todos y todas a cambiar esta estructura enferma por un espacio inclusivo y seguro para nuestros niños y niñas. Publícalo en tus redes #somosactoresdelcambioPTY y comparte tus ideas y aportes. No nos quedemos en silencio: cuestiónalo todo.

Larú Mayte Linares

Gerente de Emprendimiento Femenino y Social del Centro de Innovación de la Fundación Ciudad del Saber
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