El milagro del geisha

El milagro del geisha




Wilford Lamastus Jr. comprobó la potencia sigilosa de su papá, en una reunión de empresarios organizada por el experto en neuromarketing Alejandro Fernández. Wilford, de 28 años de edad y llamado como su progenitor, en el encuentro vistió ropa formal, con una camisa diseñada para disimular sus brazos de boxeador, aunque no sus manos escamadas de callos en los meses de cosecha de café.

Willford Jr. explicó el panorama de los granos de categoría especial de las tierras altas chiricanas, su capacidad de jalonar a las otras variedades y la razón por la cual están entre los más valorados del mundo.

Unas semanas después, al filo de la medianoche del jueves 19 de julio, el geisha producido en las fincas del conglomerado Lamastus Family Estates impuso el precio récord en la subasta anual en línea de cafés especiales. Un taiwanés pagó 803 dólares por una libra de geisha natural.

Tal resultado corroboró aquella exposición de Wilford Jr. delante de empresarios cercanos a grandes productores de café panameño habituados a las llamadas telefónicas diarias de Wilford Lamastus padre, el chiricano promotor de las categorías especiales del grano más selecto hasta el siguiente récord. En esa medianoche, Lamastus quebró el registro de 601 dólares impuesto el año pasado por la familia Peterson, propietaria de finca La Esmeralda.

Wilford Jr. recuerda que tras la presentación llamó a su papá para reclamarle por qué le había ocultado su labor itinerante en el sector nacional cafetalero, para que le contara pormenores de su gestión gremial con ejecutivos que reconocen en él un emprendedor de otra época. Su pasión, sumada a la de otros productores de las tierras altas, permitió la creación de la Asociación Panameña de Cafés Especiales, en un principio de 7 miembros y ahora compuesta por 60 integrantes. Un productor, añade su hijo, que actúa a nombre de una industria pero que hace sus obras en silencio.

Los hechos revelan el acontecer del café panameño en sus categorías especiales. Mueve más de 20 millones de dólares anuales. Genera miles de empleos directos en la época de cosecha, y alrededor de 800 en el resto del año. Y como todo entra por los sentidos, es quizás el mayor promotor del país en destinos de paladares exquisitos, exigentes, donde existe la disposición de pagar cientos de dólares por una taza de café.

El Relato

La estirpe panameña de los Lamastus salió con Robert Louis de Kentucky a Panamá en 1907, para trabajar y forjarse un futuro. Tiempo después decidió aventurarse en Boquete, ese edén de climas frescos de las faldas del volcán Barú, ocupado entonces por lugareños y franceses derrotados por el Canal pero reivindicados por un pueblito con una de las tierras más feraces de América Central.

Compró sus tierras boqueteñas en 1918. El bisabuelo de Wilford Jr. era un hombre grande, blanco, trabajador. Por ese entonces conoció a Elida Saldaña, oriunda de la región, cobriza y pequeña, descendiente de ngäbes y españoles. Su padre fue capataz de la finca del suegro. Tenía voz de mando y manos laboriosas.

Dice la mamá de Wilford Jr., Velia Sandoya De Lamastus, que Elida era una mujer adelantada a su tiempo, dispuesta a cabalgar por los cafetos y tan ejecutiva como cualquier empresario de hoy. Robert Louis y Elida se dedicaron por entero a las actividades del campo, y forjaron una familia que con el tiempo sumó cinco hijos. El cuarto de ellos, Thatcher, padre de Wilford y abuelo de Willy. Thatcher perdió a su padre a los dos años por causa de un cáncer.

Por esos mismos años, en el este de África, una semilla de café sin nombre congració a varias tribus guerreras. Violentas. Amables solo con el hombre blanco. Gesha, nombre de la zona remota en una especie de reino integrado por varios países, produjo el grano de café por el que perdió la cabeza el mandatario de Kenia. Le pidió a un cónsul británico que organizara una expedición para colectar las semillas del gesha.Según Willfor Jr., el británico consiguió un puñado de embriones después de adentrarse en parajes inhóspitos. En el momento de apuntar en un papel el nombre del fruto esquivo, lo que escribió fue geisha, con la modificadora i. Servido el jefe keniano, repartió las semillas en diferentes regiones, entre ellas las faldas del Kilimanjaro donde el rocío de sus nieves alcanza a posarse en la vegetación adecuada para el cultivo de la rubiácea.

Pasaron los años. Tras arduos estudios sobre los alcances del grano en granjas experimentales de Kenia y Tanzania y de deleitar a propios y extraños con el elixir, las semillas viajaron a Costa Rica para contrarrestar un brote de roya de principios de la década de 1960. Era tanto el desespero de los productores ticos, que decidieron probar con una variedad de raíces frágiles, exigente de condiciones óptimas para su cultivo. Las autoridades agropecuarias panameñas obtuvieron algunas de las semillas y las llevaron a Boquete y allí germinó delicadamente el café más exquisito de cuantos son posibles.

Colectivo

En Boquete crecía la actividad cafetera. El temple de doña Elida se apreció en la fundación del beneficio central de la zona con otros productores. Pequeños por separado, hercúleos en conjunto, Wilford Jr. describe las faenas de entonces para lograr los volúmenes de exportación requeridos en el exterior. La recolección de los granos rotaba semanalmente de finca en finca, donde comían y pernoctaban los colectores. Sin carreteras y a caballo, aquellas tropas se desplazaban por trochas con forma de serpiente para llegar a los cafetos.

Thatcher Lamastus regresó a Boquete tras haber terminado sus estudios universitarios de agricultura en Washington. Hablante de un inglés nativo, Thatcher asumió la representación de la cooperativa panameña de café ante la Organización Internacional del Café. El organismo tiene su sede en Londres y fija el precio global del grano y asigna las cuotas mínimas de producción. El chiricano sabía de antemano cuál era el volumen de las cosechas panameñas y negociaba los porcentajes de exportación.

La experiencia le sirvió para conocer el paladar de otros consumidores. Aprendió a marcarles el paso a las tendencias y a las señales que anticiparon la crisis del organismo en 1989 cuando los bebedores se cansaron de los mismos sabores y aromas y empezaron a clamar por presentaciones exóticas.Thatcher fundó la Asociación Nacional de Beneficiadores y Exportadores de Café, con la meta de mejorar las condiciones de los beneficios y fomentar la producción cafetera nacional según las exigencias de los mercados internacionales. Tenía además la idea de darle inicio a la Asociación de Cafés Especiales de Panamá, en inglés Specialty Coffee Association of Panamá (SCAP), idea gestada de antemano en Estados Unidos y en Europa con nombres semejantes.

El café de moda por sus múltiples notas organolépticas se cultivaba en el distrito hawaiano de Kona. Un panameño familiarizado con la rubiácea cursaba un doctorado en esa isla ideal para vivir con el torso desnudo. Él envió noticias a Panamá sobre el proceso para producir el café de Kona, con la observación sobre sus precios altos en el mercado. La mano de obra se saldaba con salarios difíciles de pagar en países emergentes.

Eran tiempos sin trazabilidad de la carga ni nada de estas tecnologías que profesionalizan el comercio. Un intermediario aprovechó aquella carencia para vender en Estados Unidos la variedad “kona” desde Panamá. La fórmula no era otra que tres cuartas partes de café normal y una procedente de la isla.

En Boquete, la finca La Esmeralda contó ya con sus cafetos de geisha. Su fundador, Price Peterson, dice Wilford Jr., ensayó el grano y robusteció su producción. Después de varias catas comprendió el diamante que tenía ante sí. Corrió la voz entre los otros productores. Se creó el SCAP, gremio que se inició, cuenta Wilford Jr., con Ricardo Koyner, Price Peterson, Tony Vásquez, Jimmy Tedman, Marcos Moreno, Hans Collins y Wilford Lamastus. De los siete miembros iniciales se mantienen Peterson, Koyner y Lamastus.

El SCAP inauguró la cata anual Best of Panama. El certamen promueve el café panameño en el público especializado, busca cautivar compradores del exterior. En un principio funcionó como una exposición boutique en un ambiente de feria, y se volvió una competición de granos selectos. La conversión ocurrió por obra y gracia del geisha de los Peterson. Una cosecha suya dio con las notas justas para una bebida situada en el privilegiado podio donde residen otros encopetados del consumo. Hablamos del whisky Blue Label, el Rolls–Royce, las perlas de Mallorca.

El geisha ganador del Best of Panamá de 2003 resultó de una desgracia boqueteña. Las heladas del invierno refrigeraron el pueblo, sus inmediaciones. Las 15 variedades de café se deshicieron y con ellas la labor ininterrumpida de dos generaciones. Solo resistieron las plantas de las modalidades tradicionales más populares, es decir el catuai y el caturra, y la gema de la joya, el geisha. Su pervivencia promovió su cultivo.

La cosecha se apreció en Panamá, primero, y en una subasta brasileña de café. Los jueces probaron la bebida elaborada con los granos de los Peterson. El oferente ganador pagó 21 dólares por una libra, tres veces y media el récord de la época. En las siguientes competiciones la cifra aumentó progresivamente a 50, 70 y 130 dólares. Asegura Wilford Jr. que la industria cambió definitivamente.Antes de aventurarse en forma con el geisha, Wilford Lamastus afrontó la mano cambiada del destino. Culminó sus estudios de Ingeniería en Estados Unidos, trabajó varios años en obras de acueducto y alcantarillado y volvió al país con su esposa e hijos, para dedicarse al café.

El negocio mundial de la rubiácea había iniciado su transición con la crisis de la Organización Internacional del Café. Las cosas se pusieron difíciles. Wilford Lamastus dividió la agenda laboral en actividades propias de su profesión y en el cultivo de productos no convencionales, como el espárrago, la albahaca, la alcachofa y la cebolla. Aunque nada lo separaba de los cafetos.

Vinculado con el SCAP, participante activo de los Best of Panama, promotor de la actividad, Lamastus tuvo sus primeros granos de geisha al principio de esta década. Se cosecharon en una de sus fincas de condiciones excepcionales.

Dice la página web Lamastus Family Estates que las granjas se ubican en elevaciones consideradas entre las más altas del país. Tiene suelos volcánicos jóvenes y ricos en nutrientes. Las temperaturas son bajas, abunda la neblina y niebla durante la estación seca. Los cafetos se rodean de selva virgen nativa, las noches se hacen frías. Que un árbol necesita de 4 a 5 años y medio para producir los frutos capaces de saciar los paladares más distinguidos. Que las bajas temperaturas prolongan un mes más el tiempo de maduración del frijol.

En la charla de Wilford Jr. con los entusiastas de los negocios les pidió hacer a un lado las grandilocuentes cifras del geisha. Que concentraran su atención en los precios de otras categorías vendidas en tarifas de entre 2.75 y 7.50 dólares la libra, pero que llegan ahora a los 20 dólares. Les comentó de la venta en 38 dólares de una variedad tradicional. Es el poder del geisha para apalancar otros granos.

En un Café Unido atendido por Alberto Benito Bermúdez se transmitió en directo la subasta de 2018. Wilford Jr. vio cómo las dos variedades del café geisha producidas por su familia hicieron añicos los puntajes anteriores. Wilford Lamastus siguió los acontecimientos en el Hotel Panamonte, de Boquete, con los demás productores de los cafés especiales.

A las 12:30 de la noche, un taiwanés ofertó 803 dólares, la cifra definitiva. Dice Wilford Jr., sin temor a sonrojarse, que en medio de la algarabía y las preguntas de los reporteros, su mente lo llevó a un lugar solitario donde pasó revista al álbum de los Lamastus. Recordó a los bisabuelos, la promesa a su abuelo Thatcher de que iba dedicarse al café; los padecimientos y los triunfos de la familia; y el tío Luito…

Y a su padre Wilford Lamastus, un hombre que hace unos años se vio destruido aunque no derrotado y que trabaja en nombre de la industria panameña del café.