Cita con los robots

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Un estudio titulado “¿Los robots robarán nuestros trabajos?”, elaborado por la firma PwC, trae al presente un capítulo de la tragedia humana del futuro. Realizado en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), más Rusia y el alter ego de Panamá para muchos, es decir, Singapur, el análisis anticipa tres ciclos laborales hasta el año 2030.

El primer estadio concluirá en menos de dos años y se rige según las leyes de la algoritmia para automatizar tareas sin mayores dificultades y el análisis estructurado de datos. Hasta ahí ningún problema se asoma en nuestro país con su tradición de expertos en especialidades matemáticas y conocedores de desarrollo de software. Basta ver sus aportes en empresas del sector tecnológico y de las comunicaciones, o en las industrias energética, logística y de transporte.

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La etapa siguiente terminará a mediados de la década de 2020 y volverá más complejo el entorno laboral. Se caracterizará por el intercambio progresivo de información y el análisis de datos desestructurados: aquellos recogidos en sitios diferentes de las tradicionales filas, columnas, campos o tablas de Excel. En la práctica escapan a una estructura rígida. Para hallarlos se necesitará la capacidad de evaluar una fotografía, un video o un mensaje de texto. En el episodio final trazado por PwC se le acabará el tiempo de espera al trabajador cuando se trate de resolver un desafío inmediato en contextos reales. Serán preponderantes las destrezas manuales.

El portal ‘Solo pienso en TIC’ contextualiza el informe y destaca cómo a mediano plazo, o sea, en la primera fase de la automatización, los puestos de trabajo en peligro varían en función de cada país. En ellos el riesgo oscila de 1% a 4%. Las cosas se ponen difíciles en el estadio siguiente. Ahí gana relevancia Panamá.

Las labores más fáciles de automatizar resultarán de la actividad económica concentrada más que nada en el sector de los servicios. Según este segmento, en Estados Unidos, Alemania y Francia, por citar tres ejemplos, el riesgo de pérdida de empleo rebasará el 35%. En la última fase la inteligencia artificial dominará todo el espectro. Muy poco espacio tendrán las labores manuales y los oficios. Para eso estarán los robots cuya operación seguirá las órdenes, por así decirlo, de un experto en programación desde una computadora.

El encuentro ‘Cero hambre’

En la escuela pública Federico Escobar, de la barrida Las Acacias, corregimiento de Juan Díaz, un puñado de niños desarrolló en dos meses un proyecto de agricultura urbana. Lleva el sofisticado nombre —y no es para menos— de Urban Farming. Su objetivo es aminorar el hambre de las personas que no tienen el pan de cada día, explica el alumno Luis Guilbao, uno de los creadores de este robot a escala capaz de simular situaciones reales.

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Alana Nouvet Escobar, coequipera de Luis y de Guillermo Herrera en la creación de este prototipo diseñado para recoger alimentos en granjas de barrio, explica que el mayor desafío consistió en lograr que el sembrador–cosechador funcionara con un solo motor y se mantuviera firme sin perderse en su recorrido. (Los tres niños estudiarán derecho al terminar los estudios de secundaria).

En la escuela privada Thomas Jefferson School, a 10 minutos del Aeropuerto Internacional de Tocumen, camino a Cerro Azul, otros tres pequeños, de 9 años, hicieron de las suyas con un robot llamado Manguito. Se desplaza en línea recta mientras va impactando árboles para hacer caer frutos en una bandeja anterior a unos depósitos donde se convertirán, por arte de la creatividad y de los números, en ceviche, mermelada, jugos y otros alimentos, detalla Sofía Zambrano acerca de un aparato articulado por fichas de Lego y en movimiento autónomo como si siguiera un instinto propio.

A propósito, Daniel Amador, uno de los creadores de Manguito, valora la programación que vuelve realidad este prodigio infantil, porque permite hacer “lo que yo quiera”. Francisca Pérez Puello, la tercera inventora del equipo, recuerda el obstáculo más difícil del proyecto: que el robot se moviera con tanto peso encima. Una vez termine los estudios escolares, Sofía se dedicará al diseño de modas. Francisca cargará siempre una cámara fotográfica. Y Daniel, lo dice sin ambages, será programador.

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Los chicos de las escuelas Thomas Jefferson y Federico Escobar tienen en común el haber participado en la Olimpiada Nacional de Robótica Cable Onda 2018. En estas justas de la innovación y el pensamiento participaron 381 equipos integrados por 1,120 estudiantes, entre niños y adolescentes, de 163 centros educativos. El tema nodal del encuentro realizado en el centro de convenciones Atlapa se tituló “Cero hambre, el objetivo No. 2 del desarrollo sostenible”. Y el eje de los proyectos utilizados se llama Steam, sigla en inglés para denominar los aportes al desarrollo de un país de los adelantos en Science (ciencia), Technology (tecnología), Art (arte) y Math (matemáticas). Uno de sus mayores promotores en Panamá es FundaSteam.

Son 1,120 muchachos, en su mayoría panameños, que viajaron al futuro para vivir una era de sincronía entre el hombre y las máquinas, y donde un chapistero será tan exótico como puede serlo hoy un linotipista. En ese entonces ganarán preponderancia las personas con aptitudes para resolver problemas específicos, ha dicho René Quevedo, experto en recursos humanos. Los profesionales estarán en sobreoferta y se requerirá personal apoyado precisamente en destrezas técnicas capaces de desembrollar nudos de actividades compuestas por materias diversas.

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“La programación y la robótica están lejos de ser una herramienta aislada. Más bien sirven de base y de medio para afrontar en un futuro cualquier actividad. Estas actividades no solo pertenecen a las áreas de la tecnología y la informática”, explica la ingeniera Kathya Hart, coordinadora de Tecnología Educativa del Ministerio de Educación.

Las dos herramientas se acoplan a cualquier desempeño de las ciencias, las matemáticas y las artes, integradas en ocasiones en un mismo objetivo. “Se está trabajando en la materia prima: quienes finalmente van a construir puentes, hacer intervenciones quirúrgicas, diseñar drones. […] Al final de cuentas, es crear en estos chicos unas habilidades con las cuales van a ‘salir de la caja’ y podrán competir en el mundo laboral”, añade Kathya Hart, exconsultora, además, del Banco Interamericano de Desarrollo.

La programación se utiliza para idear y ordenar acciones por realizarse en el marco de un proyecto. Permite la preparación de una máquina para que cumpla una tarea específica en determinado momento. La robótica se ocupa de diseño, construcción, operación, estructura, manufactura y desarrollo de un robot. Ambas definiciones están en Wikipedia. Articuladas, añade esta red social, hacen comportar a un dispositivo de múltiples maneras.

La caja es ese método empaquetado en la memoria y la repetición hasta alcanzar un estándar de respuestas a problemas cambiantes. Por defecto, dicho sistema se hace obsoleto con la programación y la robótica. Saberes en otro tiempo en manos de los ingenieros, pero asimilables ahora desde la escuela y aplicables de inmediato.

“Los muchachos se enganchan rapidito con estas dos nuevas materias. No se dan cuenta de que están aprendiendo. Investigan en el ensayo y el error con juegos en los que van siguiendo la huella de la información”, detalla Kathya Hart. De esta manera los estudiantes se familiarizan con formas diversas de afrontar la transformación de la economía tradicional. En un lustro, es posible, cerca del 70% de los negocios precisarán respuestas sustentadas en las Steam.

Saber por experiencia

Un estudio de la firma Manpower segmentó en porcentajes los obstáculos de las empresas panameñas al buscar jóvenes para llenar vacantes. El análisis tuvo en cuenta la opinión de 13,900 empleadores. La “falta de experiencia” ocupó el segundo lugar de la encuesta, con un 36% después de la casilla de “no cumple el perfil profesional” con un 44%. En tercer lugar quedó la “búsqueda de un mejor sueldo” (12%); en el penúltimo puesto el “manejo de idiomas” (5%); y en el último lugar las “habilidades tecnológicas” (3%).

La falta de experiencia podrá suplirse con los conocimientos adquiridos de antemano en saberes como la programación y robótica. “Son aprendizajes que pueden desarrollarse dentro de las empresas que cayeron en la cuenta, en el marco de una tendencia global, [de] que los trabajadores jóvenes buscan habilidades propias de su tiempo. El sector empresarial empezará a invertir en estas formaciones desde cero, para que ellos puedan hacer una carrera corporativa. Ya no importará tanto la trayectoria que se tenga. Pero esto se verá plenamente en unos cinco años”, adelanta Luis Fernando González, gerente de la firma especializada en empleo People Working.

La Olimpiada Nacional de Robótica resulta del esfuerzo combinado de varios sectores sin importar el gobierno de turno. En el medio, como rotor de esfuerzos, se encuentra FundeSteam, oenegé con métodos de enseñanza para escuelas privadas o públicas. Cuando se trata de estas últimas, busca recursos de empresas como Boeing o del entorno oficial y los vierte en centros educativos de escasos recursos. Tiene la meta de apoyar a 300 centros educativos, y por ahora va en 37. El Ministerio de Educación aporta recursos y capacitaciones y pone todo el entramado estatal al servicio de los estudiantes.

Estas justas funcionan ya como un robot. Y sus programadores son los muchachos.

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