El largo camino hacia una energía limpia

El largo camino hacia una energía limpia




Son una solución imprescindible, pero el camino es largo. Las energías verdes están en pleno auge, pero no lo suficiente para frenar el cambio climático, alimentado por las emisiones récord del petróleo, gas y carbón.

La capacidad de producción de las energías renovables (solar, eólica, hidráulica, biomasa, geotérmica…) se multiplicaron por cuatro en 10 años en todo el mundo. Sin contar las grandes represas, actualmente cuentan con una capacidad de 1.650 gigavatios (GW), frente a los 410 GW de 2009, según un balance de la Escuela de Gestión de Fráncfort y Bloomberg New Energy Finance (BNEF) publicado antes de la cumbre de Naciones Unidas sobre el clima.

La energía solar, con 640 GW, lidera las capacidades instaladas a lo largo del decenio para el conjunto de las energías (en total, entre verdes y fósiles, es de 2.300 GW), por delante del carbón y el gas. Eso serviría para alimentar, por ejemplo, al 80% de los hogares estadounidenses. La principal razón es el espectacular aumento de su competitividad: desde 2009, el precio de la energía generada en centrales fotovoltaicas cayó un 81%, y la eólica terrestre, 46%.

China es, de lejos, el primer inversor (y también el mayor emisor de CO2 del mundo). Según el mencionado balance, dedicó más de 760 mil millones de dólares en 10 años a esta cuestión. Estados Unidos invirtió 356 mil millones, por delante de Japón. Y Europa, 698 mil millones, con Alemania y Reino Unido a la cabeza.

En 2018, 29 países dedicaron más de 1.000 millones de dólares a este sector, frente a los 21 de 2016. «La eólica o solar se convirtieron en el modo de producción de electricidad menos costoso en un número creciente de países», destaca Angus McCrone, de BNEF.

«En otros, las energías fósiles siguen siendo más ventajosas en términos de costo. Los estadounidenses tienen gas muy barato, los indios minas de carbón… Algunos mantienen un doble perfil, manteniendo los ingresos de los fósiles sin quedar atrás en la tecnología renovable».

No obstante, el potencial de desarrollo es inmenso.En 2018, las energías renovables generaron 12,9% de la electricidad mundial, según el informe de la Escuela de Gestión de Fráncfort y BNEF, evitando la emisión a la atmósfera de 2.000 millones de toneladas de CO2.

Pero en el mismo año, las emisiones vinculadas a los combustibles fósiles aumentaron 1,7%, hasta el nivel récord de 33 mil millones de toneladas (13 mil de ellas en el sector eléctrico), pues la demanda de energía no deja de aumentar, especialmente para el carbón, en Asia, y para el gas.

A nivel mundial, las represas representan un 2,5% de la energía primaria mundial, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). La eólica, la solar, los biocarburantes y la valorización de residuos suponen en conjunto 1,8%.Frente a las energías sin carbono –las renovables y la nuclear– los fósiles siguen constituyendo más del 80% del total.

«La transición del sector de la energía está en marcha, pero no es lo suficientemente rápido como para permitir al mundo lograr sus objetivos en materia de clima y calentamiento», resumió Françoise d’Estais, del Programa Medioambiental de la ONU, al presentar el informe de BNEF.

«Las subvenciones [a las energías fósiles] todavía representan el doble de los apoyos a las renovables», señaló.Los expertos piden a los gobiernos una verdadera acción, con una visión a largo plazo (como el objetivo de neutralidad de carbono en 2050 firmada por Francia y Reino Unido) y medidas fuertes (eficacia energética y reducción del consumo, renovación de edificios, apoyo a las energías limpias para el calor y los transportes…).

Eliminar el carbono del «sector eléctrico es la parte más fácil», señala Jim Williams, profesor de la universidad de San Francisco experto en energía. Pero «los edificios, la industria y los transportes es otra cosa. Se necesitarán medidas, por ejemplo, para modificar los comportamientos de los consumidores, y eso será más difícil».

En lo que respecta a las subvenciones a los combustibles fósiles, 40 países prometieron reformarlas en 2015, cuando se firmó el Acuerdo del Clima de París.Pero en 2017, un centenar de Estados seguían ofreciéndolas, lamenta la red de expertos REN21, que las evaluó en 300.000 millones de dólares, 11% más que un año antes.